Existen lugares únicos. Lugares con alma, que hablan por sí solos. Lugares escondidos, cuya presencia pasa inadvertida al que los visita, pero que transforman el alma para el que los vive. Lugares, en definitiva, que hablan.
Siempre he pensado que Mallaui era uno de esos lugares. Aunque Mallaui siempre me ha hablado, nunca llegué a entender cómo. Antes pensaba que me hablaba a través de su imponente pero armónico edificio, con la simetría de sus escalinatas y la belleza de sus suelos de mosaico. No era así. Otro día pensé que me hablaba a través del apacible bosque mediterráneo, que se abre a playas de aguas cristalinas (cuyas fotografías se multiplican en los panfletos turísticos). Tampoco era así. Un día llegué a pensar que Mallaui me hablaba a través de de la frugal luz de la luna en el plenilunio de verano. Sin embargo, tampoco era así.
Ahora entiendo que Mallaui me habla a través de su silencio. No un silencio vacío, sino pleno. Un silencio saturado de luz, de cielo azul, de suave brisa Mediterránea. Un silencio de música. Un silencio que habla.
Durante varias generationes, Mallaui ha permanecido como un lugar escondido, como una gema que permanece inalterada. Desde no hace mucho tiempo, la magia de este lugar está disponible al visitante. Habiendo dejado Mallaui inalterada, simplemente cómo lo que es, hemos dejado su alma intacta. El visitante lo va a notar de inmediato. Por favor, tómese su tiempo. Lleva un tiempo para el visitante entender qué es ese lugar, qué significa, y, sobre todo, cómo puede un lugar como ese transformar el alma de la persona que lo vive.
Bienvenido a Mallaui. Bienvenido a la magia.